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Perro blanco en brazos de un veterinario

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Un punto ciego crucial en la Medicina Veterinaria

EL EFECTO PLACEBO TAMBIÉN SE OBSERVA EN LAS MASCOTAS, PERO ESTOS TRATAMIENTOS ENGAÑAN A LOS PROPIETARIOS, NO A SUS ANIMALES.

Como educadores caninos, no somos profesionales de la medicina veterinaria. Pero sí que debemos velar por el bienestar físico de los perros, pues los problemas físicos provocan comportamientos problemáticos. Por ello, consideramos de interés asegurar que los humanos a cargo de los perros se esfuercen por asegurar que los tratamientos que siguen con ellos sean realmente efectivos y funcionales. Éste es el motivo por el que compartimos el siguiente artículo, que no es original nuestro, pero suscribimos:

(Traducido de artículo de Emily Anthes en The Atlantic, Noviembre 2019)

En 2003, un grupo de investigadores de varias universidades americanas lanzaron un pequeño estudio clínico, cuyos resultados no deberían haber sido una sorpresa. De los pacientes que tomaban la medicación, un anticonvulsivo cuyo objetivo era reducir los ataques epilépticos, el 86% vieron cómo la frecuencia de dichos ataques disminuía. Y lo mismo observaron un 79% de los pacientes que recibieron un tratamiento simulado, o un placebo.

Parecía el clásico ejemplo del efecto placebo, pero con una diferencia notable: los pacientes eran perros.

«A medida que estaba haciendo estos estudios con placebos y estaba evaluando los datos, pensaba ‘Mira! Estos perros están mejorando con el placebo!’», comenta Karen Munana, una neuróloga veterinaria de la Universidad de Carolina del Norte, co-autora del estudio. «Ese tipo de respuesta nunca se había reportado antes para tratamientos de epilepsia en perros», dice.

En ese momento las pruebas de doble ciego controladas con placebo -el más alto estándar para la evaluación de nuevos tratamientos médicos- eran poco comunes en la medicina veterinaria. Pero si Munana y sus colegas no hubieran hecho una, habrían interpretado mal la efectividad del medicamento (Levetiracetam). «Si no hubiera tenido los datos del placebo [en el estudio], habría dicho que el medicamento era efectivo», afirma.

Mientras el efecto placebo es un fenómeno bien conocido en pacientes humanos, se encuentra infravalorado en medicina veterinaria. Y la particular manera que tiene de manifestarse en los cuidados veterinarios pone de manifiesto de qué manera los sesgos cognitivos inconscientes pueden engañar a los humanos cuando cuidamos de otras especies. Incluso cuando los propietarios de mascotas desean dar el mejor cuidado a los animales que quieren, estos puntos ciegos pueden socavar sus mejores esfuerzos. «Las historias que contamos sobre nuestras mascotas a menudo no se corresponden con lo que realmente está pasando en sus cuerpos», dice Brennen McKenzie, veterinario y autor de SkeptVet, un blog dedicado a la medicina veterinaria con base científica.

Los doctores han observado durante mucho tiempo cómo los tratamientos médicos simulados, como pastillas de azúcar y las inyecciones salinas, hacen que muchas personas enfermas se encuentren mejor. Los científicos creen que estas mejoras se pueden explicar en parte por el poder de las expectativas. El hecho de creer que una pastilla aliviará el dolor o las nauseas, por ejemplo, puede hacer que esa molestia disminuya. Aunque en lo relativo a la mente animal aún hay mucho misterio, no parece probable que las mascotas lleguen a la clínica veterinaria con ese tipo de creencias. «No creo que nuestros pacientes tengan una idea sobre su enfermedad que nosotros podamos influir diciendo ‘Aquí tienes un tratamiento que te va a hacer sentir mejor’», afirma McKenzie. Y aún así, varios estudios de gatosperros y caballos han probado que los fármacos simulados parecen ayudar a animales enfermos a ponerse de nuevo sobre sus peludas patas.

Estas observaciones se pueden explicar con una variedad de mecanismos, algunos de los cuales juegan también un papel en la respuesta al placebo en humanos. Una posibilidad es simplemente la regresión a la media: los animales podrían mejorar independientemente de la intervención médica. Las enfermedades crónicas, como la epilepsia, tienden a crecer y menguar, y es más probable que los propietarios de mascotas decidan entrar a formar parte de un estudio clínico o probar un tratamiento nuevo cuando los ataques son especialmente malos. En muchos de estos casos los ataques podrían mejorar por sí solos, simplemente como parte del curso natural de la enfermedad.

Los estudios también muestran que las personas normalmente cambian su manera de comportarse cuando saben que les están observando. Esto es conocido como el Efecto Hawthorne, y podría explicar los descubrimientos de Munana. Todos los perros de su estudio estaban tomando al menos un medicamento anti-ataques además del Levetiracetam, y los propietarios de las mascotas pueden ser más responsables de seguir las pautas de los tratamientos cuando sus perros forman parte de un estudio.

«Como forman parte de un estudio -y los propietarios saben que sus perros y los datos están siendo examinados cuidadosamente- quizás es más probable que les den la medicación de una forma más regular», dice Munana.

Los animales en estudios clínicos también suelen recibir cuidados veterinarios mejores y más atentos de los que recibirían de otro modo. Algunas evidencias sugieren que el contacto amable con humanos puede ser terapéutico en sí mismo para algunas criaturas, incluyendo perros y caballos. Y en algunos casos el condicionamiento clásico podría estar presente. Por ejemplo, ratas que han estado recibiendo inyecciones de insulina de forma regular, también experimentarán cambios en los niveles de azúcar en sangre si de repente empiezan a recibir inyecciones salinas en su lugar.

Pero en muchos casos la explicación más probable es lo que se conoce como el «efecto placebo del cuidador», o «efecto placebo por poderes». En medicina veterinaria los pacientes no pueden hablar por sí mismos. No pueden decirles a sus doctores dónde les duele, o ni siquiera si sienten dolor. En su lugar, los veterinarios tienen que apoyarse en sus propias observaciones y juicios, así como en los de los propietarios del animal, para inferir cómo les va a sus pacientes.

En muchos estudios de epilepsia canina, incluido el de Munana, los investigadores dependen de los propietarios de los perros para el seguimiento de los ataques de los animales. En la mayoría de casos resulta obvio cuando al perro le está dando un ataque, pero algunas veces los propietarios tienen que interpretar señales y síntomas más ambiguos. Por ejemplo, algunos perros babean cuando tienen un ataque, y un propietario que encuentra un poco de saliva en el suelo tiene que decidir si se trata de la evidencia de un ataque que no ha visto. Los propietarios que creen que sus perros están llevando un tratamiento efectivo es más improbable que lleguen a esa conclusión.

Así que no es a las mascotas a las que engañan los placebos, sino a los humanos. «Cuando estás dando un tratamiento hay una expectación de que va a ser beneficioso, y hay un deseo de que mi paciente o mi mascota va a ponerse mejor -quieres que pase», dice Michael Conzemius, un cirujano veterinario de la Universidad de Minnesota. El efecto placebo del cuidador, que también se ha observado en estudios con niños, ilustra cómo las expectaciones y deseos inconscientes pueden ser engañosos, incluso para observadores que han invertido dinero o recursos. Y puede llevar a los cuidadores a percibir mejorías en la salud de sus mascotas que no se alinean con la realidad objetiva.

En un estudio de un antiinflamatorio para perros con artritis, aprobado por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU), los investigadores utilizaron tanto medidas subjetivas como objetivas para evaluar la funcionalidad de las extremidades de los perros. Además de pedir a los propietarios de las mascotas y veterinarios que evaluaran el grado de cojera de los perros en intervalos regulares durante el transcurso del estudio, también utilizaron plataformas de fuerza para determinar cuánto peso apoyaban los perros en cada pata cuando caminaban. Si un perro empieza a poner más peso en una pata con artritis es una señal de que el dolor se ha reducido.

Cuando Conzemius revisó los datos de los perros en el grupo del placebo, se encontró con que los propietarios y los veterinarios reportaban normalmente que los animales habían mejorado, incluso cuando el análisis de sus pasos sugería otra cosa. «Incluso aunque ambos estemos de acuerdo en que el paciente ha mejorado, nosotros no somos el paciente», afirma. «Así que debemos aceptar el dejar nuestra opiniones a un lado y mirar realmente hacia otros datos, a ser posible objetivos, cuando existen».

El deseo de ver a las mascotas mejorar puede ser tan grande que ciega a las personas ante el malestar del animal. McKenzie recuerda cuando vio a un Rottweiler con osteosarcoma, un cáncer de huesos, en una de sus patas. Para McKenzie estaba claro que el perro tenía mucho dolor: no apoyaba la pata en el suelo y gemía cuando el veterinario le tocaba. Pero cuando se ofreció para prescribirle un analgésico, la propietaria se opuso. Dijo que estaba tratando al perro con remedios homeopáticos para el dolor, y que estaba segura de que estaban funcionando. «Estaba totalmente convencida de que su perro no tenía dolor», dice McKenzie, que también es autor de un nuevo libro sobre la evidencia, o la falta de ella, tras los remedios veterinarios alternativos.

De hecho, esto es lo que hace del efecto placebo del cuidador un peligro. Incluso aunque el tratamiento es inerte, la respuesta al placebo tradicional hace que los mismos pacientes se encuentren mejor. Sin embargo, el efecto placebo del cuidador simplemente calma nuestra propia ansiedad e incomodidad, mientras los pacientes -nuestras mascotas- continúan sufriendo.

Este fenómeno podría explicar la popularidad creciente de las terapias veterinarias alternativas, desde la acupultura hasta el CBD, pero puede también sesgar las evaluaciones de tratamientos más convencionales. La regulación de las medicinas veterinarias es «bastante floja», dice McKenzie, y el mercado para las mismas es relativamente pequeño. Así que las compañías farmacéuticas tienen escasos incentivos financieros para realizar estudios controlados con placebo, que resultan más lentos y caros, cuando los animales son los objetivos como pacientes. Como resultado, históricamente se han hecho relativamente pocos estudios veterinarios que incluyan un grupo de placebo. Esto significa que muchos de los tratamientos convencionales que se ofrecen actualmente pueden ser menos efectivos de lo que se ha hecho creer a los propietarios de las mascotas. (Algunos investigadores han encontrado que, en general, los estudios veterinarios también tienden a ser más pequeños y de menor calidad que los que se hacen en humanos)

Las normas y la forma de hacer están finalmente empezando a cambiar, y cada vez más veterinarios se acercan a los preceptos de la medicina basada en la evidencia. Incluso así, a McKenzie le gustaría que los veterinarios fuesen más transparentes en lo referente a cuánta evidencia científica existe (o no existe) para apoyar los remedios que ellos recomiendan, y para avisar a sus clientes de que las suposiciones humanas algunas veces nos pueden llevar por mal camino.

Ésta no es normalmente una conversación sencilla. «Vamos a encontrar resistencia de la gente, porque les hace sentir que no se validan sus experiencias personales», dice. «Yo siempre siento que merece la pena decirlo, cuando hablo con la gente sobre los efectos placebo: ‘No estoy aquí para decir que estás mintiendo, ni que seas tonto, sino que simplemente no estás prestando atención a tu mascota… Yo cometo exactamente los mismos errores, y yo vivo de esto’».

El efecto placebo del cuidador puede ser un inconveniente, pero también es una consecuencia normal y natural de la psicología humana. Y de alguna forma, es una prueba de cuánto se preocupa la gente de sus mascotas, y de cuánto queremos creer de forma desesperada que las cosas que hacemos por ellos hacen que realmente sus vidas sean mejores. «Cuanto más motivado estás para ver algo», dice McKenzie, «más probable es que lo veas».

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