Es muy fácil responder a esa pregunta, la respuesta es simple: sí, tu perro tiene miedo. Quizás el lector de esta entrada puede pensar que puedo ser muy atrevido lanzando esta afirmación sin conocer si quiera a su perro, pasemos pues a justificar el por qué.
Basta empezar sabiendo que el miedo es una emoción que genera en el perro una sensación de angustia ante un acontecimiento que ha pasado, está pasando o puede pasar en el futuro, que puede estar relacionado con hechos reales o imaginarios. Podemos afirmar, por tanto, que el miedo es un mecanismo que mantiene al perro alerta para poder evitar posible situaciones que puedan afectar a su salud tanto física como emocional. Tras leer esta definición podemos concluir que tener miedo no es algo malo, más bien, al contrario. El miedo es el mecanismo de supervivencia por antonomasia, sin él cualquier especie está abocada a la extinción. Por lo tanto, enlazando con la respuesta inicial, podemos concluir que efectivamente tu perro tiene miedo.
No pretendo crear un estado de alarma a aquellas personas cuyo perro aparentemente es perfecto y no tiene miedo de nada, simplemente quiero con este post dar luz a este tema que tanto afecta a nuestros compañeros de cuatro patas y que, muy a menudo, solemos infravalorar.
Bien, sabiendo ahora que todos los perros tienen miedo sí que me gustaría matizar diferentes aspectos para poder identificar y ayudar a nuestro perro ante este tipo de situaciones:
- Expresión del miedo: todos tenemos claro que un perro que se encoge, que echa las orejas para atrás, que mete el rabo entre las patas, etc. tiene miedo y, efectivamente, así es. Ese es el ejemplo más evidente y que todos tenemos claro de una representación física de un estado emocional asociado al miedo, pero no es la única y de hecho es de las menos frecuentes. Normalmente ante una situación que le produce miedo a un perro, éste optará por una de estas tres soluciones: huir, atacar y quedarse estático, y todos los estados intermedios (por ejemplo: huir no es correr despavoridamente, sino puede ser alejarse medio metro o evitar el acercamiento de alguien. O atacar no significa necesariamente morder un brazo, puede ser que el perro se suba a dos patas sobre una persona para alejarlo). Por lo tanto conductas como la hiperactividad (muchas veces confundida con juego), la sobreactivación, la reactividad, la sobrexcitación (también confundida muchas veces con muestras de cariño), la apatía, la desidia, etc. son sinónimos de miedo.
- ¿Cómo detectar si mi perro tiene miedo?: conocer la comunicación canina así como el lenguaje corporal que utilizan los perros es esencial para saber leer qué está sintiendo nuestro perro en cada momento. Para ello es muy aconsejable conocer las señales de calma. Entre otras cosas, estas señales sirven para inducir a la calma a otros individuos o a sí mismos y evitar conflictos sociales. Por lo tanto, si nuestro perro hace cualquier señal de calma tendremos un buen indicador de que están apareciendo los primeros síntomas del miedo. Una buena resolución de este tipo de situaciones dará una experiencia positiva que recordará en un futuro para situaciones similares, mientras que el fracaso en solventarlas reforzará el uso de señales más evidentes, como las de amenaza, la frustración, la ansiedad, estrés, y cada vez más mayor reactividad a menores estímulos.
- Etapas sensibles: aunque el miedo no tiene edad, y todos los perros son susceptibles de tener experiencias que les amedrenten a diario, no necesariamente traumáticas, sí es cierto que hay diferentes etapas en las cuales hay unos periodos sensibles y en los que, como guías responsables, deberíamos poner mayor atención. En primer lugar, durante las 12 primeras semanas de vida los cachorros empiezan a experimentar el mundo que les rodea libremente, suele ser una etapa de experimentación sin límites ni experiencias previas, a partir de entonces se desarrolla la primera etapa sensible que es la que va desde los tres a los seis meses aproximadamente, esta etapa es especialmente delicada porque en ella se establecerán las bases generales de “lo bueno” y “lo malo” y una buena o mala gestión de estas situaciones harán que nuestro futuro perro adulto sea capaz o incapaz de afrontar sus miedos. Aún así nos queda un comodín, aunque ésta es la etapa de la impronta, no es irreversible. Después de la primera etapa sensible, hay una segunda que empieza alrededor de los ochos meses, con la preadolescencia y la adolescencia en las que el perro tendrá necesidad de expresarse y cubrir con sus obligaciones sociales. Si las etapas anteriores no están bien fundamentadas, en ésta es cuando el perro joven empieza a mostrar las conductas típicas de agresividad ante otros perros, hiperactividad en la calle, reactividad, etc. Y por supuesto, como he mencionado antes, el miedo puede aparecer en cualquier momento durante el resto de la vida del animal en su edad adulta, aunque sí es cierto que en estas edades y con un bagaje de experiencias resueltas en positivo el perro tendrá más herramientas para poder gestionar situaciones de todo tipo.
- Soluciones: la primera solución es la más simple y la de más sentido común. Si hay algo que le da miedo a tu perro, evítalo. Sin más. Muchas veces nos empeñamos en que el perro gestione situaciones a las que no está preparado y lo que hacemos encima es castigarle por no hacerlo o hacerlo mal, con lo cual todavía avivamos más el fuego. Simplemente, evítale pasar por un mal trago. Por ejemplo, si tu perro tiene miedo a meterse en el mar, ¿cuál es la necesidad de hacer que supere ese miedo? ¿Acaso su calidad de vida mejorará? ¿Es imprescindible en su día a día que supere esta situación? Lógicamente la gran mayoría de situaciones no las podremos evitar porque no podemos parar el mundo, pero sí que quería incidir en que a veces obligamos a superar miedos a nuestros perros, muchas veces de forma más traumática que el propio miedo en sí, que son completamente innecesarias.
En el caso de que no podamos evitar exponer al perro a aquel estímulo que le dé miedo entonces tendremos que recurrir a la solución alternativa, y ésta pasa por buscar situaciones lo más ideales posibles, en las que la distancia y la intensidad del estímulo sean las adecuadas para que el perro no reaccione ante éstas y sea capaz de ver que no pasa nada para, con el tiempo y según el ritmo que marque el propio perro, ir reduciendo la distancia o incrementando la intensidad de forma paulatina sin que haya reacción por parte del perro. Este proceso se denomina desensibilización sistemática. Para llevarlo a cabo correctamente es muy importante el consejo de un educador canino que adecúe las sesiones de trabajo a la capacidad de gestión y de resolución del perro.
- El referente: los perros, como animales sociales que son, siempre buscan encajar en el grupo en el que se encuentran, y de ahí viene la importancia de que nosotros seamos un referente correcto para ellos. Nuestro papel como buenos referentes debería ser una figura de calma, un apoyo en situaciones complicadas, alguien que no duda, alguien que no amenaza, no castiga, no chilla, no lastima o, en definitiva, alguien que no pierde vínculo. Si conseguimos forjar esa figura con nuestro compañero de cuatro patas tendremos más de la mitad del trabajo hecho porque ante cualquier situación en la que él tenga dudas y nos pregunte, al vernos tranquilos, él también lo estará. ¿La parte negativa de ser un buen referente humano? Que no podemos tener miedos, porque si no se los estaremos transmitiendo a nuestros perros y, desgraciadamente, los humanos estamos plagados de miedos. Pero eso ya lo dejamos para otro post.
En resumen, el miedo no es algo malo, es algo que nos permite sobrevivir. Lo importante es favorecer la capacidad de resolución de problemas y decantar el balance de resoluciones correctas/incorrectas hacia las primeras y estar apoyando y respaldando a nuestro perro durante este proceso que dura toda la vida.