Hace varios años fui a cenar a un restaurante diferente.
Era un local en el que el comedor estaba a oscuras y en el que se desconocía el menú que nos iban a servir.
Acudí a una experiencia como esa por probar algo diferente que seguro que me provocaría emociones curiosas.
Una vez dentro del comedor la oscuridad era mucho mayor de lo que me había imaginado.
Solo sabía dónde debía sentarme al ir agarrado al hombro del comensal que tenía delante, porque un camarero vino a indicarme cuál era mi silla y a ayudarme a sentarme.
Tocar la mesa, el plato, los cubiertos… y tratar de imaginarme cómo era aquel lugar en el que iba a pasar los próximos minutos resultaba entretenido, y a la vez retador.
Me sirvieron una copa de vino. No me gusta esta bebida, pero debíamos jugar a adivinar si era tinto o blanco.
Es algo que cualquiera a quien le guste el vino (e incluso algunos a los que no) apostarían que pueden averiguar con los ojos cerrados.
Yo los tenía abiertos. Como platos. Pero no lo adiviné. Ni por el olor, ni por el sabor. Ni yo, ni varios de los otros comensales a los que sí les gustaba el vino.
Los asistentes a la cena cada vez hablábamos más alto. Supongo que todos pensábamos que al no vernos, no se nos oía a menos que gritáramos.
Cuando me servían un plato con comida, primero llegaba un camarero que me hablaba casi al oído (o esa era la sensación que yo tenía), avisándome de que me iba a servir por mi lado izquierdo. Supongo que quería evitar que se lo tirara con un movimiento, al no verle.
Con el plato puesto, yo trataba de pinchar comida con el tenedor, pero resultaba una misión imposible. Acababa tocando el contenido del plato con una mano, para pincharlo con la otra, y aún así era una tarea difícil la de llevarme un bocado.
Durante toda la cena lo único que me hacía sentir seguro era la confianza en los profesionales que nos cocinaban y nos servían.
Los camareros, por cierto, eran personas ciegas. ¿Quién mejor para desenvolverse en una situación así?
Cuando quieres vivir una experiencia como esa, o hacer paracaidismo, o puenting, etc…, si no confías en los profesionales que te acompañan, no lo harías.
Algo similar ocurre cuando tienes que resolver un problema que está condicionando tu vida, como la Ansiedad por Separación de tu perro.
Has de confiar en lo que te dice el profesional para ponerle solución.
Pero, ¿qué ocurre si lo que te ha dicho el entendido no ha funcionado? ¿Y si luego acudes a otro educador canino y tampoco lo ha hecho?
La mayoría de familias que nos contactan han probado de todo para conseguir que su perro se quede tranquilo cuando se van de casa.
Y a veces asesorados por profesionales.
Con razón llegan con muchas dudas.
Yo también las tendría.
Y no se trata de que unos entendidos sean mejores o peores que otros.
Cada educador canino utiliza las herramientas y estrategias que ha aprendido y que considera que funcionan.
Sí se trata, en cambio, de que nos preguntemos qué se consigue con cada técnica que pensamos utilizar o que nos aconsejan.
Si la estrategia es impedir al perro que realice un comportamiento originado por un problema emocional, estamos trabajando sobre el efecto. No solucionando su causa.
Por eso usar un bozal para que el perro no muerda un zócalo o no ladre cuando se queda solo no funciona. Ni dejarle en una jaula. Ni poner tabasco en los muebles…
En nuestro caso, hace tiempo que decidimos especializarnos en un problema de gestión emocional y comportamental: la Ansiedad por Separación.
Y la abordamos con una estrategia específica para él (y ninguno más): el Método DAPS®.
Creemos firmemente en la especialización.
Es la única forma de profundizar en un problema y analizar y elegir las mejores estrategias para solucionarlo.
Somos conscientes de que esto significa romper un patrón dentro de nuestra profesión, donde lo habitual es que el educador canino trabaje todo tipo de problemas de comportamiento.
Y así fue en nuestro caso hasta que decidimos centrarnos en los perros que sufren cada vez que se quedan solos.
Otros educadores caninos saben trabajar bien, con una base científica, y desde el respeto al bienestar del animal, los casos de Ansiedad por Separación.
Por este motivo no podemos ni debemos decir que otros educadores caninos no sepan trabajar este problema.
Porque no es verdad. Y no sería ético ni profesional.
Pero sí podemos y debemos difundir las estrategias que no funcionan, y que incluso pueden empeorar el problema.
Por este motivo hace 3 meses publicamos en nuestro canal de YouTube el vídeo «15 Falsos Mitos – Cómo NO tratar la Ansiedad por Separación en los perros», que te invitamos a recordar (si ya lo viste en su momento) o a ver (si no fue así):