Lo que voy a contar a continuación es un hecho simple y aislado, que podría haber pasado desapercibido, y que en ningún caso pretendo que tenga la entidad de estudio científico sobre la cognición en perros. Pero sí es un acontecimiento que puede dar que pensar sobre los procesos cognitivos de los perros, y que sin duda a mí personalmente me da aún más confianza en el adiestramiento cognitivo-emocional. Pero prefiero exponerlo primero y luego sacamos conclusiones… o no.
Durante el mes de Agosto nos fuimos a pasar unos días con nuestra perra Pippa a La Camarga, en el sur de Francia. Estando allí, un día fuimos al Pont du Gard, un enclave fluvial con un acueducto romano impresionante y muy bien conservado. La zona está habilitada para poder visitar el acueducto y además pasar el día junto al río, bañarse, y llevarse el picnic.
Nos establecimos junto a una zona del río donde no había mucha gente, pues había más corriente que en otras zonas donde era más tranquilo bañarse, y donde el agua apenas nos llegaba hasta la rodilla. Pippa es una perra a la que el verano pasado le empezamos a dar confianza con el agua, pues inicialmente apenas quería ni mojarse las patas. Pero cada vez más va cogiendo seguridad y no tenía problemas hasta este viaje para meterse en sitios con el agua más o menos tranquila (lagos, piscinas, …), pero evitaba el mar o sitios con más corriente. Pero en esta ocasión en el sur de Francia hasta conseguimos que se metiera ella sola en el mar con pequeñas olas.
Al grano. Este día al llegar a esa zona del río lo primero que hizo fue meterse y nadar hacia la orilla opuesta de donde estábamos nosotros. Iba nadando con la cabeza hacia la otra orilla, de forma que la corriente del río la llevaba río abajo (en el dibujo adjunto, la corriente del río se movía de izquierda a derecha), con lo que acabó de cruzar y estaba en el punto 1 del dibujo: nunca se había metido en agua con tanta corriente, y eso ya esa valiente por su parte. En cuanto vio dónde estaba, se dirigió corriendo por la orilla hasta el punto 2, justo enfrente de donde nosotros nos encontrábamos. Quería venir de vuelta, se le notaba por su lenguaje corporal, igual que se le notaba que la corriente del río era algo desconocido para ella y que no acababa de entender… En ese momento yo la animaba a volver, me daba igual que al hacerlo ocurriera lo mismo y acabara en nuestra orilla, pero unos metros río abajo: quería que viera que no pasaba nada malo, lo que ayudaría a aumentar su seguridad. Personalmente tampoco estaba muy nervioso (algo sí, lo reconozco), porque en esa zona del río podía cruzar caminando sin problema, así que si al final la cosa se complicaba podría ir a buscarla. Pero no era ésa la idea. Ella podía volver, y yo lo sabía: ahora solamente hacía falta que ella lo viera.
Tras esos momentos de dudas, desde el punto 2 se tiró a nadar hacia donde yo estaba. Pero esta vez hacía algo diferente. No nadaba con la cabeza mirando la otra orilla (la nuestra), sino que avanzaba de lado, pero mirando río arriba, nadando así contracorriente y reduciendo la distancia que el río la arrastraba. Aún así la desplazaba, y ella no estaba convencida, con lo que tras unos segundos decidió volverse y nadar de nuevo a la misma orilla, con lo que acabó en el punto 1 de nuevo, y volvió corriendo por la orilla al punto 2.
Este intento había sido un fracaso en su intento de volver. ¿Fracaso absoluto o fracaso relativo? Es clave que el perro no sienta el fracaso absoluto, por su auto-confianza. Deseaba que solo fuera un fracaso relativo, y que lo volviera a intentar. Sabía que si lo conseguía sería muy bueno para ella, motivo por el cual la animaba a que repitiera el intento.
Y aquí es cuando ocurrió lo que personalmente no preveía y lo que sin duda superó mis expectativas. Tras unos segundos de dudas y procesos mentales, decidió correr unos metros más río arriba, hasta el punto 3 del dibujo. Y allí, sin apenas pararse, se lanzó de nuevo al agua, de nuevo nadando con un ángulo contra la corriente. Cuando vi lo que había hecho supongo que ella percibió mi emoción en los ánimos que le daba desde donde me encontraba, hasta que salió del río por el punto justo de la orilla donde la esperábamos.
Para mí este suceso es una razón más para creer en los procesos cognitivos de los perros, pues demuestra que algo ocurre en sus cabezas que les ayuda a analizar situaciones y buscar soluciones. Desde luego, no es una demostración científica, ni tiene el rigor de un test donde se controlarían y excluirían otras posibles explicaciones:
- Podría ser que en la otra orilla, en la posición 3 hubiera algo que llamara su atención, y por ese motivo se dirigiera hacia ese punto antes de lanzarse al agua. Lo dudo, pues cuando llegó a ese punto se metió en el río sin entretenerse, … pero es una posibilidad;
- Podría ser que ese comportamiento fuera un instinto genético (como el oler en busca de comida). Lo dudo, pues si así fuera creo que lo debería haber hecho ya la primera vez que intentó cruzar… pero es una posibilidad;
- Podría ser que simplemente estuviera probando soluciones diferentes (esto sería lo que diría un conductista) y tuvo la suerte de que la segunda le salió bien. Lo dudo, pues considero que habría otras opciones posibles más sencillas que pensar en alejarse de su objetivo (nosotros) para alcanzarlo luego nadando… pero es una posibilidad.
Lo que yo opino (y destaco que es simplemente mi humilde opinión), es que Pippa analizó lo ocurrido en el primer intento de cruzar el río de vuelta hacia mí y buscó una solución para resolver el problema utilizando su cognición. La motivación intrínseca del vínculo con nosotros, junto con los ánimos que escuchaba, hicieron que persiguiera un objetivo y buscara la manera de conseguirlo. De esta forma, el primer intento de volver claramente había sido un fracaso relativo, pero que la ayudó a buscar la nueva solución al problema. Esto, unido a todas las felicitaciones que recibió cuando llegó de nuevo a donde estábamos esperándola y animándola, sin duda han influido positivamente en su autoconfianza y en que hoy sea un poquito más feliz.