El perro zen: el perro que disfruta con el aburrimiento

Figura de un corazón rojo sostenida por las manos de un niño y un adulto

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No matamos: empatizamos

Laia es la madre de Julia, una preciosa niña de 6 meses que le llena la vida.

Laia disfruta cada día con su hija, porque quiere aprovechar al máximo los minutos con ella, ya que en 2 meses volverá a trabajar y Julia tendrá que quedarse en la guardería.

Pero esos días felices se nublan cada vez que quiere salir de casa con su hija.

Con ellas vive Rock, un perro mestizo de 2 años, que tiene Ansiedad por Separación.

Desde el principio, el animal tuvo problemas para quedarse solo en casa: se hacía pis, ladraba y había llegado a romper un sofá.

Tiempo atrás, antes del nacimiento de Julia, Laia trabajó con un educador para que Rock pudiera quedarse solo en casa.

Sin avances. Pero la sensación de Laia de que al menos estaba actuando para intentar solucionar el problema la hacía sentirse mejor.

Laia condicionaba toda su vida a Rock, evitando dejarle solo bajo ninguna circunstancia. Por ahorrarse daños en la casa, molestias a los vecinos… y sobre todo por evitar que Rock sufriera.

Con la llegada de Julia, Laia hizo un esfuerzo sobrehumano para intentar que Rock no notara el cambio en sus rutinas. Se lo seguía llevando a todos lados.

Salía de paseo con Julia, y la metía en la mochila de porteo para tener las manos libres y poder llevarse también a Rock.

Bebé en porteo para pasear al perro

Bebé en porteo para pasear al perro

Ella era consciente de que así no solucionaba el problema de Rock. Lo estaba sobrellevando.

Algún día puntual que tuvo que dejarle en casa para hacer recados, los vecinos se le quejaron de sus ladridos.

La situación le generaba angustia. Mucha. Solo el hecho de pensar en salir por la puerta sin él, ya le aceleraba el corazón.

Ayer Laia fue a revisión con la pediatra con Julia. Al volver aparcó el coche en el parking del edificio, y mientras sacaba a la niña del vehículo, le pareció escuchar los ladridos de Rock desde el piso.

Viven en un cuarto.

Sabía que no iba a estar tranquilo. Pero esos gritos, que así los llama ella, eran muy potentes.

Comenzó a sudar cogiendo a Julia en brazos y dirigiéndose hacia el ascensor.

«Por favor, que haya empezado ahora a ladrar así», pensó.

Los segundos de espera mientras subía se le hicieron eternos, amenizados por las vocalizaciones de Rock, que ya eran inconfundibles.

Perro ladrando

Al salir del ascensor vio a su vecino.

¡Por fin has llegado! —la recibió con un tono entre jocoso y cabreado.

¿Qué ha pasado? ¿Lleva mucho tiempo así? —preguntó Laia sonrojada, con Julia en sus brazos mirando al vecino.

Desde las nueve. Hace dos horas. Esto no puede seguir así, Laia. Yo estoy teletrabajando. Tengo videoconferencias y nos molestan los ladridos de tu perro —parecía que le estaba a punto de dar un ultimátum.

Es que me he tenido que ir al pediatra con la niña y no me lo podía llevar. Lo siento mucho. Sabes que me acompaña siempre para que no se quede ladrando —Laia no veía cómo disculparse, mientras seguía escuchando los gritos de Rock al otro lado de la puerta.

La próxima vez que esté así más de quince minutos voy a llamar a la policía —ahí estaba el ultimátum.

Lo siento… No sé qué puedo hacer… —Laia murmuró, agachando la cabeza, mientras abría la puerta. Quería entrar ya, porque se iba a echar a llorar.

Entró en casa, se despidió del vecino pidiéndole disculpas con los ojos brillantes por las lágrimas a punto de brotar. Se sentó en el suelo, abrazada a su hija. Rock les saltaba encima de la emoción por su vuelta.

Y rompió a llorar.

Por su cabeza pasaron palabras como «mudanza» o «protectora».

Horas más tarde se sentía culpable por haber pensado siquiera en esa opción.

Rock estaba con ella antes que Julia. ¿Cómo podía surgir la idea de alejarle de ellas?

En CANMIGOS cada día hablamos con clientes que nos contactan porque están pasando por situaciones similares. Son situaciones muy duras emocionalmente, y que generan frustración, incomprensión e impotencia.

Las entiendo porque yo también las he vivido (puedes leerlo en el artículo «Una nota en mi puerta»).

Nuestra labor principal es la educación canina, ayudando a perros a superar la Ansiedad por Separación.

Pero resulta muy importante también empatizar con las situaciones que están viviendo nuestros clientes, para así poder convertirnos en el pilar de apoyo emocional que necesitan en estos momentos.

Si tú estás viviendo situaciones como esta, estamos aquí para ayudarte. A ti y a tu perro.

Contáctanos a través de nuestro formulario de contacto y te llamaremos. Comentaremos los detalles de tu situación y buscaremos la forma de conseguir que tu perro se quede tranquilo solo en casa y de que tú puedas volver a salir sin preocupaciones.

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