Recuerdo a Elvis, un cruce de Braco de unos 6 años con el que trabajamos en el año 2016.
Elvis lloraba, ladraba y aullaba cuando sus humanos le dejaban solo en casa.
Cada perro al que nos dedicamos tiene algo especial, que lo hace único y nos ayuda a recordarle.
Elvis era uno de nuestros primeros casos de Ansiedad por Separación.
En aquellos tiempos aplicábamos una metodología de trabajo similar en el fondo a la que utilizamos ahora, pero con algunas diferencias.
Acudíamos al domicilio del cliente.
La clienta, en el caso de Elvis, Montse, era una mujer que desde el principio se volcó en el trabajo con él.
Íbamos una vez por semana, hacíamos los ejercicios que necesitaba Elvis durante la sesión, y le dejábamos a Montse unas pautas a seguir los días siguientes.
Y el sistema funcionaba, pero tenía algunos defectos. Para nosotros entonces no lo eran, pues lo tomábamos como algo normal, parte del trabajo.
Por un lado, durante nuestras sesiones conjuntas, Elvis no se comportaba de manera natural, pues había un educador canino, una persona extraña, presente.
Y por otro lado, si durante la semana Montse se encontraba con que Elvis hacía algún ejercicio saliéndose del guion previsto, ella tenía que improvisar.
A veces nos contactaba para resolverle dudas. Y otras debía tomar decisiones ella misma sobre la marcha. Algunas acertadas, y otras no tanto, simplemente por puro desconocimiento.
Cuando nos presentábamos la semana siguiente, nos explicaba lo ocurrido. Y entonces reajustábamos criterios.
Esto hacía que el trabajo no avanzara todo lo rápido que nos gustaría.
Pero así funcionaba el sistema, y nadie lo veía como un problema.
Miremos al otro lado del charco
Desde el año 2002 había en Estados Unidos educadores caninos que buscaban la forma de mejorar algunos de estos problemas cuando trabajaban con perros con Ansiedad por Separación.
Llevaban su propia videocámara (que por aquella época no era digital, sino de cinta) a casa del cliente. Se la dejaban toda la semana para que grabaran al perro durante los ejercicios, sin ellos presentes y, tras varios días, volvían, cogían las cintas y las revisaban en sus casas, para reajustar criterios.
Con esta estrategia se ganaba algo: el perro se comportaba de manera natural durante los ejercicios, pues el educador no estaba presente. Solo los humanos de la familia.
Pero el sistema seguía avanzando lento: se demoraba más de una semana el ajuste de criterios del educador.
Regreso al futuro
Estamos siendo parte de una revolución tecnológica.
La gran mayoría de nosotros tenemos en casa varios dispositivos con cámara y conexión a internet: cámaras web, portátiles, móviles, tablets, cámaras IP, …
Y todos ellos nos permiten poder ver en directo desde otro dispositivo lo que está pasando en casa del cliente.
Esto ha supuesto una revolución en la manera de trabajar la Ansiedad por Separación.
Ahora podemos ver al perro en directo mientras sus humanos hacen los ejercicios pautados, sin que el animal se vea afectado por nuestra presencia física en su casa, porque no estamos ahí.
Y lo que es tanto o más importante: podemos reajustar los criterios de los ejercicios CADA DÍA.
Si hoy el perro ha tenido algún problema para gestionar una ausencia, mañana podemos ponérselo más fácil y así ayudarle a retomar confianza.
O si se mantiene relajado y tranquilo, al día siguiente podríamos introducir una dificultad más. Irnos durante más tiempo. O ponernos la chaqueta antes de salir (algo que al inicio le inquietaba). O hacer la ausencia con varios miembros de la familia yéndose juntos. O realizar el ejercicio a una hora un poco diferente para él, …
Esta posibilidad de control diario agiliza el trabajo, pues nos permite ir adaptando el ritmo a lo que necesita el animal en cada momento.
Y eso es lo más importante de cualquier labor de gestión emocional con perros: avanzar siempre al ritmo particular de cada uno.
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