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El comportamiento del perro y el dolor

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El comportamiento del perro y el dolor

La semana pasada, LUNA nos recordó de forma muy evidente algo que muchas veces se puede olvidar.

LUNA es una perra, cruce de Mastín, de aproximadamente un año y medio, que vive en Madrid.

Marina y Gael, sus humanos, la adoptaron hace 4 meses. Y enseguida vieron que lo pasaba muy mal cuando tenía que quedarse sola en casa.

Tras cerrar la puerta, al cabo de 20 segundos ya comenzaba a llorar, aullar y deambular nerviosa por el piso.

Empezamos entonces a trabajar con LUNA para que aprendiera a quedarse tranquila cuando ellos se tuvieran que ir.

Su evolución ha sido buena. Ha ido gestionando ausencias cada vez más largas de forma progresiva, y manteniendo la calma.

Algún día se mostraba más intranquila, pero casi siempre hemos podido identificar una causa física subyacente.

Desde su adopción, LUNA ha sido un poco «pupas»: problemas digestivos, de piel, en las mamas, conjuntivitis, otitis…

Por suerte Marina y Gael son una pareja que desde el principio se han preocupado y volcado por su bienestar.

Han cambiado su alimentación a una más natural. Están identificando aquellos ingredientes que le sientan mal. 

Todo ello asesorados por BioVet (clínica veterinaria especializada en nutrición natural).

Y acuden de manera regular a su veterinario, para diagnosticar y poner solución a sus «achaques».

Las últimas 2-3 semanas, LUNA retomaba el trabajo de su Ansiedad por Separación tras una pausa de 20 días porque se había ido a recorrer España con Marina y Gael, de vacaciones.

LUNA de vacaciones

Estaba volviendo a retomar sensaciones, gestionando ausencias de más de una hora de manera tranquila.

Pero un día de la semana pasada al cabo de 1-2 minutos de la salida de sus humanos, empezó a lloriquear. A los lloriqueos le siguieron aullidos.

Se veía que algo no estaba bien.

En algún momento se tumbaba, pero al cabo de pocos segundos se volvía a levantar y deambular nerviosa.

Parecía que ella estaba intentando gestionar la situación y relajarse, pero no podía.

Ese día la salida de sus humanos fue más corta de lo planificado: no tiene sentido estirar una ausencia así si la perra no está bien. De hecho, si se hiciera, podríamos perjudicar a la confianza y seguridad que hemos venido trabajando con ella en los últimos meses.

Al día siguiente, Marina y Gael llevaron a Luna al veterinario, pues la notaban diferente, como con alguna molestia. Y este vio que tenía las glándulas anales muy llenas y no se estaban vaciando (posiblemente derivado de que LUNA llevaba unos días haciendo cacas blandas y eso no facilita el drenado de las glándulas).

Y tras eso, volvió a ser la perra de siempre, juguetona a la par que tranquila.

Al día siguiente durante el ejercicio de ausencia estuvo más de 30 minutos relajada sola en casa.

Y seguimos avanzando.

Esto nos recuerda de forma muy evidente varias cosas:

  1. Que el malestar físico afecta al comportamiento de los perros.
  2. Que tienen el umbral de dolor muy alto. A veces es muy difícil darse cuenta de que están sufriendo.
  3. Que si no se resuelve el malestar físico, el problema puede no resolverse, o hacerlo de forma mucho más lenta.

Esto fue lo que ocurrió con LUNA con algo que a priori no es grave, pero que sí causa irritación y molestias en los perros que lo sufren.

Glándulas anales llenas, otitis, problemas digestivos, dolores articulares, heridas en las almohadillas… son muchas las dolencias que pueden existir.

Y a veces muy difíciles de detectar para nosotros.

Por todo ello es importante que lleves a tu perro al veterinario. Tanto para hacer controles rutinarios, como cuando sospeches que puede haber alguna dolencia física.

De hecho, si existen problemas de comportamiento siempre debemos descartar causas orgánicas. Porque estas pueden ser el origen real de esos problemas de comportamiento. O porque, aunque no lo sean, dificultan la resolución de los mismos.

Por este motivo, educadores caninos y veterinarios en muchos casos trabajamos en equipo a la hora de solucionar estos problemas.

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