El perro zen: el perro que disfruta con el aburrimiento

Camilla antigua con correas de cuero marrón

Compartir en

Camisas de fuerza para perros con Ansiedad por Separación

El niño no paraba de gritar con las manos atadas en la espalda mientras le ponían los puntos de sutura.

Vicente llevaba poco más de un año trabajando en el hospital desde que había terminado la carrera de medicina. Ese día por la mañana poco podía imaginar que se iba a encontrar con su paciente más complicado hasta la fecha.

Llevaba ya casi la mitad de su turno de guardia, cuando vio que por la puerta entraba un padre con su hijo llorando y ensangrentado en brazos.

El niño traía la cara roja. Roja del llanto y del susto. Y roja de la sangre que le salía de una brecha en la frente. Su padre le hablaba tranquilo.

Vicente preparaba los útiles para coserla con puntos de sutura.

Le explicaba al niño que debía estar tranquilo y no moverse. Le daba instrucciones al padre para que sujetase a su hijo quieto.

Tocó la frente herida del chaval y este empezó a gritar como si le estuviera matando. Se movía queriendo escapar de la situación. Ni su padre, que le cuadriplicaba el peso, podía sujetarlo.

¿De dónde podía sacar tanta fuerza un mequetrefe como ese?

Pero había que coser. La herida seguía sangrando.

Vicente le pidió a una enfermera que trajera una camisa de fuerza y se la pusieron al niño, no sin resistencia. De ese modo, el padre y la enfermera solo tenían que concentrarse en sujetar dos bultos, el cuerpo y la cabeza del niño, sin preocuparse de los brazos que antes volaban como proyectiles.

Gritos. Muchos gritos. Vicente estaba preocupado de lo que pensarían los demás pacientes en la sala de espera. Parecía que le estaban torturando.

Resultado final: niño curado, herida cerrada y médico casi tan agotado como el niño.

Ese chaval luego crecería y se convertiría en quien ahora está escribiendo estas líneas.

Lo confieso. Yo era aquel niño.

Tendría unos 8 años y estaba pasando unos días en casa de mis abuelos con mis padres. Me gustaba hacer equilibrios en un muro cerca de su casa. Ese día caí por el lado equivocado del muro. El lado donde había unos 2 o 3m hasta el suelo de cemento. Comprobé su dureza con mi frente.

Niño saltando

El ruido del golpe, el de mis llantos, o ambos, alertaron a mi padre de mi caída. Cuando me llevó al hospital yo solo recuerdo que lo veía todo rojizo, de la sangre que resbalaba por mis ojos.

Mi padre no parecía asustado como yo. Me daba algo de seguridad.

El médico me decía que debía estar tranquilo, pero a mi padre le decía que tenía que sujetarme. ¿Qué me iban a hacer para tener que agarrarme?

Aquella aguja e hilo acercándose a mi cara hicieron que entrara en pánico. No quería que me tocaran donde tanto me dolía, y menos con una aguja.

¿Que me quede quieto? ¡Ni de coña! ¡Si yo lo único que quiero es alejarme del Doctor Frankenstein!

¿Que deje de gritar? ¡Ah! ¿Pero estoy gritando?

¡Un momento! Me están atando las manos a la espalda con una prenda que parece blanca pero yo veo roja, con hebillas. ¿Papá, por qué me haces esto?

Grito. Claro que grito. Porque quiero irme. Y porque me duele. La herida y lo que me estáis haciendo. Dolor físico y dolor emocional.

Resultado final: niño con muchos números para tener fobia hacia los médicos y las agujas, cicatriz que todavía se deja ver 30 años más tarde y médico al que le deseo lo mejor, pero lejos de mí.

Por suerte, hoy me conformo con que no me guste ir al médico, pero soy capaz de tolerarlo. Y alguna vez más me han tenido que coser y lo he sobrellevado.

Pero aquello fue un episodio puntual.

Imagínate si eso me pasara cada día. O incluso varias veces al día.

Cierra los ojos e imagínatelo.

Algo parecido es lo que le ocurre a un perro que tiene Ansiedad por Separación. Tiene un ataque de pánico cada vez que se queda solo. Y lo gestiona con comportamientos descontrolados.

¡Pero le podemos poner una camisa de fuerza! Un collar antiladridos para que no moleste a los vecinos. O un bozal para que no ladre ni muerda cosas. O una jaula para que no destroce la casa o no se haga pis en el parquet.

¿Realmente alguien cree que esa puede ser la solución?

Si quieres a tu perro y deseas solucionar su Ansiedad por Separación de la manera adecuada, y no poniendo camisas de fuerza, no dudes en contactarnos:

Compartir en

Suscríbete a nuestra Newsletter para
estar al día de nuevos posts

Últimas entradas

Retrato Pippa

Requiem por Pippa

Este no es un artículo educativo sobre los perros con problemas al estar solos. O sí lo es, pero no directamente. Necesito escribir. Ordenar mis pensamientos y emociones. Expresarlos. Compartirlos y que se queden en algún sitio. Despedirme. Pippa, te echaré de menos.

Leer más »
Perro llora en jaula - Corgi

Por qué lloran los perros

Los lloriqueos en los perros pueden ser una herramienta comunicativa o una consecuencia de su estado emocional. Y ambas cosas no son excluyentes. Es un mecanismo de comunicación cuando el animal utiliza el llorar de una manera funcional para transmitir un mensaje.

Leer más »
Por qué ladran los perros

Por qué ladran los perros

El ladrido es una herramienta comunicativa que tienen los perros, así como una forma de gestionar situaciones de alta emocionalidad (en positivo y en negativo). Para responder a la pregunta de por qué ladran los perros hemos de analizar los momentos en los que eso ocurre.

Leer más »