El perro zen: el perro que disfruta con el aburrimiento

Hombre de espaldas mirando al mar

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Las creencias de los humanos con perros con Ansiedad por Separación

Tu mapa del mundo no es como el de tu perro

Papá, mamá, he decidido que voy a dejar de estudiar para ser Youtuber.

Le dijo el chaval de 16 años mientras desayunaban.

Yutu…¿qué? —respondió su padre con un gallo en su voz, porque se le estaba atragantando el café.

La palabra resultaba ininteligible para él.

Después de explicarles la pronunciación, venía lo más complicado: aclararles en qué consistía su proyecto.

Y convencerles de que se puede vivir haciendo vídeos en casa hablando de hormigas, una de sus pasiones.

Tu plan no tiene sentido. Es como buscar la cuadratura del círculo —afirmó su padre, aún con el cerebro cortocircuitado con las ideas de su hijo.

En su mente, la del padre, tenía claro que esa no es una profesión a la que dedicarse y de la que vivir.

En la otra cabeza, la del hijo, se veía cristalino que podía, no solo sobrevivir, sino ganarse bien la vida de ese trabajo si se esmeraba.

El padre tenía un mapa de cómo funciona el mundo en su cabeza. El suyo. Y el hijo otro muy diferente.

Cada uno de ellos creía de forma vehemente en lo que decía. Ambos pensaban estar en posesión de la verdad.

Pero lo cierto es que los 2 podían tener su parte de razón, o bien uno tenerla y el otro estar equivocado, aun pensando que no lo estaba.

Es el problema y la grandeza de los mapas del mundo y de los sistemas de creencias: cada uno tenemos los nuestros, y son diferentes a los de los que nos rodean.

Y si esto sucede tan a menudo entre nosotros los humanos, cuánto más ocurrirá entre personas y perros.

“Cuando vuelvo a casa, mi perro Toby se va directo a esconderse debajo de la mesa, porque ha estado mordiendo el sofá y se ha hecho pis mientras estaba solo, y sabe que eso está mal”.

Perro asustado

Afirmaciones como estas las escuchamos casi cada semana de algún cliente que nos contacta para trabajar con su perro con Ansiedad por Separación.

Quiero detenerme en el “sabe que está mal”.

Entiendo que el humano, con su mapa mental, pueda pensar que el único motivo por el que el perro no viene a saludarle o se esconde cuando vuelve a casa sea ese.

Pero preguntémosle al perro (conversación recreada humanizando al perro de forma consciente, aunque basada en los métodos de aprendizaje animal que tienen estos animales):

Toby, ¿por qué te escondes cuando vuelven tus humanos a casa?

¡Me alegro de que me hagas esta pregunta! Muerdo el cojín o me hago pis porque al quedarme solo entro en pánico y no sé cómo gestionarlo. Eso es lo que me sale de manera natural, pues esas conductas me ayudan a no ponerme tan nervioso.

—Claro. Es lo que pasa cuando entras en pánico…

—Efectivamente. El problema es que las primeras veces que mordí algún mueble o me meé en casa, cuando volvieron mis humanos me riñeron. Uno de ellos incluso me cogió a la fuerza y me llevó a oler mi pipi.

Supongo que estaría frustrado…

—Sí, lo sé. No le culpo. Sé las cosas que se pueden hacer cuando la emoción te supera. Desde entonces, cada vez que vuelven, ya veo que vienen con cara seria, medio enfadados, buscando qué he podido hacer en su ausencia. Aunque no haya hecho nada. Así que, como quiero evitar el conflicto, que me riñan, que me peguen el hocico en el pipi, etc., pues me escondo.

Si quieres entender mejor a tu perro y lo que hace cuando se queda solo en casa, no dudes en contactarnos para que podamos hacer una evaluación de vuestro caso y ayudaros: a tu perro a quedarse tranquilo cuando tú te vas de casa, y a ti a volver a salir de casa sin preocupaciones:

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